El clima comenzaba a tornarse frío.

Vala estaba de pie con la cabeza descubierta, mirando la gran cruz de madera que marcaba la tumba de Halissa. Habían crecido varias malas hierbas desde su última visita. Las tumbas de sus padres —cuando finalmente enterró lo que quedó de ellos— también yacían ahí. Alrededor se encontraban las tumbas de todos aquellos aldeanos que fueron masacrados.

Josen se aproximó pero guardó silencio, la suave brisa agitando su capa.

Vala se arrodilló y comenzó a arrancar hierbas malas.

—Noticias de la aldea, —dijo Josen en tono uniforme e irritante, como siempre. —Todo está… tan bien como podría esperarse, dadas las circunstancias. Los niños son de nuevo ellos mismos y no recuerdan lo que hicieron… aunque muchos de ellos crecerán sin sus padres. Bellik y los demás están ofreciendo sus hogares para los huérfanos.

Vala tensó la mandíbula. —Bien.

Josen cambió ligeramente de posición. —Asimismo, los aldeanos están… agradecidos.

La hija del aserrador se incorporó, mirando a Josen de reojo al hacerlo. En la parte izquierda de su rostro había tres cortadas que aún se encontraban en proceso de sanación.

—¿Qué hay de Delios? —Preguntó Vala.

—Asunto resuelto, —respondió Josen. Vala aguardó una explicación más elaborada, pero el maestro cazador sólo la miró de modo impasivo.

—He escuchado susurros… —dijo la cazadora—, premoniciones de aquellos dotados con precognición… de que caerá una estrella en Tristram en siete días.

Josen midió a Vala con la mirada. —Y así es, se rumora que la estrella fugaz es una señal de la Profecía. Los demás han solicitado que envíe a nuestro mejor cazador a investigar.

Vala extrajo algo de entre su armadura. Transcurrió un momento de silencio, que Josen rompió al fin.

—Lo que hiciste…

—Fue una apuesta, pero funcionó.

La hija del aserrador desdobló la carta que escribió en Havenwood, se inclinó y la dejó frente a la tumba; colocando una roca encima de ella. —Te dije que vendría de visita, —susurró.

Vala se incorporó y miró a su mentor.

—Todo es una prueba, como gustas decir; la vida es una prueba. Fallé en las ruinas… pero pasé esta prueba y aprendí mucho de ella. Aprendí que en verdad podemos ser nuestro peor enemigo, sin embargo, también aprendí que no importa cuanto destruyan los demonios, no pueden aniquilar la esperanza.

El sol del ocaso se reflejó en los ojos de Vala. —Quizá desconectar tus emociones funcione para ti, pero ese no es mi sendero. Fue liberador vivir por un tiempo con la promesa de una vida distinta, vivir una mentira feliz.

Qué fácil sería regresar a vivir tal mentira, pensó Vala. Josen la evaluó con su mirada característica.

Vala prosiguió. —Fue un bonito sueño… pero, por ahora, debe permanecer como tal; un sueño.

La hija del aserrador se cubrió la cabeza con su capucha. —He vuelto, he vuelto y estoy lista… para continuar la cacería.

Vala se volvió.

—¿A dónde crees que vas? —Preguntó Josen sin expresar emoción alguna.

—Tristram. Los demás pidieron que enviaras al mejor, yo soy la mejor; voy a ir. Tienes menos de un par de latidos para intentar detenerme.

Vala aguardó con la espalda hacia el maestro cazador, luego se cubrió el rostro con su bufanda. Instantes después se alejó caminando, subió una colina y se desvaneció.

Josen se limitó a observar. Si hubiese habido un espectador, dicha persona habría presenciado una anomalía, algo que danzaba en los labios del maestro cazador; algo que se asemejaba a… una sonrisa.

Odio y Disciplina

Cazadora de demonios

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